viernes, 14 de marzo de 2008

Una huella mundial se pierde entre el abandono y la desidia

Foto: Américo Torres
SANTA ROSA. SOBRE EL AGUA PALAFITO CON MÁS DE 50 AÑOS DE HISTORIA

Texto: Anyibel Ramírez Yzarra

A pesar de sus 55 años de fundado, la contaminación amenaza la antigua estructura. La Alcaldía y la Unesco lo declararon, hace 18 años, como legado patrimonial. Actualmente cuatro personas habitan la vivienda palafítica.

Actualmente la familia está construyendo una vivienda sobre tierra. Los altos costos de reparación del palafito dificultan su mantenimiento.
Una zona despejada del bullicio y de los agentes contaminantes de la ciudad fueron atractivos esenciales, para que la familia Quintero Meléndez decidiera, en 1953, construir un pequeño palafito sobre la histórica comunidad de Santa Rosa de Agua. Hoy, el abandono y la desidia de este poblado amenazan con desaparecer este legado patrimonial.

“En 1960 el pequeño palafito fue ampliado totalmente, y desde entonces luce como se ve hasta ahora, lo que se cambia siempre es la pintura”, narró Oscar Quintero Meléndez, de 74 años y doctor en derecho egresado de la Universidad del Zulia, quien es el heredero de la casa de sus padres, donde actualmente vive con su esposa, Julia Chacín de Meléndez, y dos de sus cuatro hijos.

Esta propiedad, una de las tres primeras construidas en Santa Rosa, fue hecha con una madera conocida como Pino Envenenado. Se compone de siete cuartos, distribuidos entre la sala y un largo pasillo que divide el palafito en dos aleros, además de tres baños, recibo, comedor y cocina.

Desde su construcción, Ana Meléndez (mamá de Oscar) se encargó de hacer de la vivienda un lugar cómodo, y fue quien instaló la electricidad con la que cuenta el palafito. Actualmente la antigüedad de la morada se perciben en algunos objetos que están en su interior, combinados con elementos más tecnológicos.

Un mundo perdido

El paso de los años y el crecimiento poblacional le dieron un cambio radical a la zona. Y de ser un lugar lleno de tranquilidad, se convirtió en una comunidad ruidosa, rodeada de basura y escenario de crímenes.

“Para nuestra llegada había mucha tranquilidad, esto parecía un verdadero paraíso, en donde, además, recuerdo que hasta pescábamos porque no había nada de contaminación”, contó Oscar.

En ese entonces existían apenas tres palafitos en los alrededores de la zona, situación que cambió de forma acelerada para la llegada de los años 90, fecha en la que inició la aparición de los locales comerciales, o, como prefiere llamarlos Oscar, “las cantinas”.

Patrimonio

La lucha de la familia Meléndez Chacín por preservar este pedacito de historia que yace en las aguas lacustres, sirvió para que en 1991 la Alcaldía de Maracaibo la declarara como unidad sociohistórica de la ciudad; y un año más tarde, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la decretó patrimonio Histórico Arquitectónico Mundial.

La preocupación de esta familia se acentúa con el paso del tiempo, porque a pesar de todas los proyectos de la Alcaldía y la Gobernación, la situación es la misma.

La contaminación sónica, la presencia de desechos domésticos y la falta de conciencia de los habitantes de esta comunidad marabina, condenan la existencia de este legado, que reposa sobre unos 200 pilotes aproximadamente.

“Nada vale si la misma gente no se preocupa por preservar este ambiente”. El profesor Oscar cree que es difícil hablar de Santa Rosa como un ícono turístico, cuando sus visitantes no pueden ni siquiera bañarse entre sus aguas.

04.03.08

Juan Manuel Hernandez (jmhcastillo@yahoo.es)

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