jueves, 13 de marzo de 2008

El golpe perfecto

Raúl Wiener

ALAI AMLATINA, 12/03/2008, Lima.- Los titulares que después de la cita
de Santo Domingo rezaban rebosantes: “Ganó Uribe” (que es también el
título del artículo de Rospigliosi el domingo); me hicieron pensar
inmediatamente en Fujimori y en esa necesidad de los regímenes así
llamados “pragmáticos” de vivir de su aparente eficiencia y permanentes
triunfos. La estrategia es el programa, es la idea de fondo que suele
admitirse en sociedades abrumadas por la sensación de falta de salidas y
problemas que parecen condenados a ser perpetuos.

Uribe ha introducido el concepto de que es capaz de vencer a las FARC,
de puro terco, y que después de ese punto el país será diferente. Y para
levantar la suspicacia obvia lo primero que hizo es negociar con los
paramilitares, a los que todo el mundo lo asociaba. Hay un enorme
contrabando en todo eso: privilegios en la desmovilización, desaparición
conveniente de los principales jefes, procesos confusos a allegados de
Uribe sobre el tema, conservación de grupos operativos, continuidad de
asesinatos; pero internacionalmente “Varito” ha logrado poner en duda la
tesis de que Colombia sufre una guerra sucia de todos lados, que es
alimentada por diversos intereses: narcotráfico, hacendados, grandes
empresas, fondos del exterior (en el 2007 la ayuda militar llegó a 5 mil
millones de dólares)

Ahora hay muchos más comentaristas dispuestos a concederle legitimidad a
la intervención de tropas del Ejército y la Policía, en la disputa de
zonas, no obstante se sigan cometiendo barbaridades hacia la población
civil y se llegue a violar arteramente la soberanía de un país vecino
para alcanzar los objetivos. Se ha ido estableciendo una tácita
aceptación de la “solución militar” que propone el uribismo, por el
cansancio de guerra que se siente en todas partes. Y eso, por cierto,
fue entrando en contradicción con el tema de los rehenes, que era una
corriente paralela de la opinión pública en Colombia y fuera de ella.
Uribe consideraba una molestia tener que responder a la presión de los
familiares y de diversos gobiernos para mostrar que también le
interesaba rescatar con vida a estas personas. Todas sus respuestas a
los planteamientos de las FARC se leyeron como obstáculos a la
negociación, y sus intentos de recuperar a sangre y fuego a los
prisioneros terminaron en tragedia.

La insólita invitación a Chávez para encabezar una gestión humanitaria
por los rehenes, podía entenderse entonces como una maniobra política
que se desestimó rápidamente cuando empezó a mostrar que podía dar
resultado. Los amigos del colombiano jamás podrán dar una explicación
coherente a porqué su amado metió a su odiado en un asunto tan delicado.
Y es evidente que las FARC vieron la brecha y decidieron dar paso a una
liberación unilateral que parecía imposible, reforzando a Chávez en
desmedro de Uribe. Este es el contexto preciso en la víspera del
bombardeo en Sucumbios. En Bogotá había la necesidad de dinamitar un
proceso que apuntaba a un tipo de solución diferente a la que sostenía
la popularidad del presidente.

Hay quienes piensan que los movimientos del comandante Reyes y sus
contactos con Chávez, Sarkozy, la Cruz Roja, estaban detectados por
Colombia y Estados Unidos desde hacía tiempo, hasta que decidieron
golpear y generar una crisis en la que la discusión sobre la violación
de soberanía debía enredarse con la de si era legítimo tener un grupo de
guerrilla detrás de la frontera con Ecuador, y de si el presidente
venezolano tenía algo que hacer en este lío. Los que aplauden la
“victoria” de Uribe están diciendo por eso que ya el punto dejó de ser
el de los rehenes, que Colombia logró poner encima de ellos la cabeza
del jefe muerto, y que la OEA y Santo Domingo no pudieron condenar al
agresor porque sintieron el peso de los Estados Unidos. Es decir
celebran sobre cadáveres y sufrimiento como en la casa del embajador
japonés en 1997. No ven que Uribe ha aislado a su país como pocas veces
en la historia de América Latina. Ni siquiera García se atrevió a viajar
a apoyarlo. Y envió a Giampietri para que la incoherencia pareciera
personal, y no la de su gobierno.

- Raúl Wiener es analista político y económico peruano.

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