Por: Jorge Mier Hoffman
Yo soy de los ilusos que aún cree que la revolución significa cambios profundos, acelerados y con la finalidad de imponer la dictadura de la justicia, como me ha enseñado la historia de muchos héroes de la revolución, que sí asumieron el rol protagónico de hacer los cambios profundos que reclama la sociedad, que en el campo que nos ocupa en cuanto al Premio Nacional de Periodismo, el mismo debería ser para incentivar la participación de nuevos profesionales que se incorporan a esta actividad profesional, y el de premiar la incorporación de sangre nueva al mundo de la comunicación, en una búsqueda de transformar la sociedad, para hacerla más justa y participativa, en cuanto a las oportunidades que le brindan los medios, más allá del monopolio mediático y el ventajismo que tienes muchos profesionales de la información, lo cual no significa evaluar su capacidad profesional, la cual ya de por sí está siendo reconocida por la programación estelar que ocupan y el respeto que de ellos se tiene en la sociedad; es simplemente aprovechar estos premios para incentivar a los nuevos actores de la comunicación, como un reconocimiento que se les hace a los nuevos actores, que son capaces de incursionar y competir en un campo que está secuestrado por tantas luminarias del periodismo.
Hoy he visto con tristeza la lista de los galardonados con el Premio Nacional de Periodismo. En primer lugar debo aclarar, que siempre he visto a los periodistas como una casta privilegiada de actores que gozan de inmunidad y protección institucional, más allá del común de los hombres y mujeres que deambulamos como simples ciudadanos dentro de la sociedad. Podrán asesinar a 50 personas en un fin de semana sangriento en cualquier ciudad o barrio cosmopolita del mundo, e igual número de víctimas en atentados terroristas fundamentalistas; pero basta que UN SOLO PERIODISTA forme parte de las estadísticas de muertos, para que la alharaca mundial llegue a todos los rincones del planeta… En fin, son una casta privilegiada que goza del privilegio de no encabezar las cifras de muertes por delincuencia común, algo que quisiéramos el resto de los ciudadanos de segunda que no gozamos de tal privilegios.
En cuanto a la bendita Lista de Nominados, son los mismos de siempre, más allá de quienes los postulen, según el color político, pero al fin y al cabo, son los mismos que monopolizan las ondas hercianas de la comunicación y los medios impresos… Aquí no hay nada nuevo que nos diga que estamos transformando las estructuras burocráticas de la información ¡¡¡es la misma miesma del pasado!!! cuando artistas y periodistas se alagaban mutuamente.
¡¡¡Ojalá!!! Mañana premiáramos al bombero, al maestro, al recolector de basura, al policía, al fiscal de tránsito, al barrendero, al campesino o albañil, que sí son indispensables en la sociedad, porque si bien podríamos pasar un días sin el bombardeo mediático, cosa que muchos deseáramos, sucumbiríamos ante la falta de estos otros profesionales del trabajo productivo, a los cuales le debemos, no un premio, sino una estatua de reconocimiento.
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Yo soy de los ilusos que aún cree que la revolución significa cambios profundos, acelerados y con la finalidad de imponer la dictadura de la justicia, como me ha enseñado la historia de muchos héroes de la revolución, que sí asumieron el rol protagónico de hacer los cambios profundos que reclama la sociedad, que en el campo que nos ocupa en cuanto al Premio Nacional de Periodismo, el mismo debería ser para incentivar la participación de nuevos profesionales que se incorporan a esta actividad profesional, y el de premiar la incorporación de sangre nueva al mundo de la comunicación, en una búsqueda de transformar la sociedad, para hacerla más justa y participativa, en cuanto a las oportunidades que le brindan los medios, más allá del monopolio mediático y el ventajismo que tienes muchos profesionales de la información, lo cual no significa evaluar su capacidad profesional, la cual ya de por sí está siendo reconocida por la programación estelar que ocupan y el respeto que de ellos se tiene en la sociedad; es simplemente aprovechar estos premios para incentivar a los nuevos actores de la comunicación, como un reconocimiento que se les hace a los nuevos actores, que son capaces de incursionar y competir en un campo que está secuestrado por tantas luminarias del periodismo.
Hoy he visto con tristeza la lista de los galardonados con el Premio Nacional de Periodismo. En primer lugar debo aclarar, que siempre he visto a los periodistas como una casta privilegiada de actores que gozan de inmunidad y protección institucional, más allá del común de los hombres y mujeres que deambulamos como simples ciudadanos dentro de la sociedad. Podrán asesinar a 50 personas en un fin de semana sangriento en cualquier ciudad o barrio cosmopolita del mundo, e igual número de víctimas en atentados terroristas fundamentalistas; pero basta que UN SOLO PERIODISTA forme parte de las estadísticas de muertos, para que la alharaca mundial llegue a todos los rincones del planeta… En fin, son una casta privilegiada que goza del privilegio de no encabezar las cifras de muertes por delincuencia común, algo que quisiéramos el resto de los ciudadanos de segunda que no gozamos de tal privilegios.
En cuanto a la bendita Lista de Nominados, son los mismos de siempre, más allá de quienes los postulen, según el color político, pero al fin y al cabo, son los mismos que monopolizan las ondas hercianas de la comunicación y los medios impresos… Aquí no hay nada nuevo que nos diga que estamos transformando las estructuras burocráticas de la información ¡¡¡es la misma miesma del pasado!!! cuando artistas y periodistas se alagaban mutuamente.
¡¡¡Ojalá!!! Mañana premiáramos al bombero, al maestro, al recolector de basura, al policía, al fiscal de tránsito, al barrendero, al campesino o albañil, que sí son indispensables en la sociedad, porque si bien podríamos pasar un días sin el bombardeo mediático, cosa que muchos deseáramos, sucumbiríamos ante la falta de estos otros profesionales del trabajo productivo, a los cuales le debemos, no un premio, sino una estatua de reconocimiento.
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