lunes, 29 de junio de 2009

Hacia una Simbiosis civilizatoria

“Hay que distinguir entre cultura y civilización. La cultura es el conjunto de creencias, valores propios de una comunidad en particular. La civilización es lo que puede ser transmitido de una comunidad a otra: las técnicas, los saberes, la ciencia, etc. Por ejemplo la civilización occidental, de la que hablo, que se ha mundializado además, es una civilización definida por el conjunto de desarrollo científico, técnico y económico. Y es esta civilización, la que hoy en día aporta más efectos negativos que positivos, quien necesita una reforma, esto es una política de civilización”. (Edgar Morin)

Las evidencias ante la necesidad de un giro en relación a la forma de ver y hacer política en el mundo son más obvias; en estos momentos el mundo capitalista a traviesa una de sus peores crisis, y junto a él su sistema de valores; la competencia, la depredación, la supervivencia del más apto, se pone en entredicho cuando aquellas personas que se asumían ganadoras hoy ven el otro lado de la moneda, sobre todo en los llamados países del primer mundo (concepto que hoy más que nunca debe ser revisado, así como el de países desarrollados) y es que a diferencia de lo que muchos creen, las relaciones simbióticas (mutualismo y/o cooperación), son mucho más frecuentes en la naturaleza que las de competencia. Y no es que la competencia no exista, sino que en esta civilización occidental se ha privilegiado a la competencia por encima de la cooperación como uno de los valores primarios y la cooperación se ha visto como signo de debilidad o como instrumento contingente para derrotar al enemigo (los ejércitos, los grupos deportivos), desde esta perspectiva, las posibilidades para orientar un cambio que nos permita ver las potencialidades del otro no como una amenaza sino como una oportunidad, no se encuentran en este momento tan cerca como desearíamos. Es por ello que la idea de una política civilizatoria que nos una y no nos confronte, resulta en estos momentos más que necesaria, indispensable. La revisión de esta forma/estructura, pasa por supuesto por revisar esos valores/principios que en otrora considerábamos valederos e inmutables, en tal sentido un giro civilizatorio es también un giro esencialmente un giro ético; desde aquí no decimos nada nuevo, pues esto de la crisis de los valores es algo de lo que se viene hablando desde hace mucho tiempo; es por ello que el giro debe ser desde el fondo; por ejemplo por un lado nos hablan de virtudes tales como: el respeto al otro, la honestidad, la solidaridad, etc.; pero de forma tácita nos indican que compitamos, y es allí donde estas supuestas virtudes ideales son sencillamente anuladas por la competencia, y es en este punto donde quizás encontremos a individuos que aseguren ser más honestos, respetuosos o solidarios que otros, y para obtener dicho galardón entonces sean capaces de hacer lo necesario para obtenerlo. Vemos entonces como ha sido y es la competencia la esencia motorizadota de todas o casi todas las acciones humanas. Por supuesto que la competencia cumple una función importante en nuestra evolución pero no es a mi criterio la más importante. La competencia suele ser adictiva y es esta de naturaleza casi instintiva, me he sorprendido a mi mismo queriendo caminar más rápido que alguien en la calle, tan solo para sentir el placer de rebasarlo. Y no se trata de juzgar a algo como bueno o malo, sino de poder observarlo y usarlo desde una óptica mucho más consciente y menos instintiva. Por supuesto que todo esto nos lleva a una paradoja que consiste en que si no competimos o competimos poco en una sociedad que es esencialmente competitiva, nuestros vecinos nos atropellarán. Claro está, todo esto será posible si observamos las situaciones desde la perspectiva de un competidor. Y posiblemente me esté metiendo ahora en el terreno espiritual, que es además uno de esos espacios que los competidores casi no ven y que en muchos casos consideran poco importante, por otro lado los que consideran que lo espiritual consiste en invocar a una Deidad (santo en el cristianismo) para ganar la confrontación o la conflagración, no hacen más que traspasar esa instancia competitiva a una suerte de creencia mágico-religiosa, que curiosamente es contraria a las normas de la misma religión: por ejemplo: las guerras en nombre de Dios. Aquí tenemos al hombre y mujer Dios/Diosa, que como ser limitado y egocéntrico, crea deidades a su imagen y semejanza, y no al revés.

Cualquier camino es sólo un camino y no es vergonzoso, ni para uno mismo ni para los demás, abandonarlo si así te lo dicta tu corazón... Observa detalladamente cada uno (le los caminos. Ponlos a prueba tantas veces como creas necesario. Luego pregúntate a ti mismo, y sólo a ti mismo, lo siguiente: "¿Tiene corazón este camino?" Si lo tiene, el camino es bueno; si no lo tiene, no sirve para nada.
Carlos Castañeda (Las Enseñanzas de Don Atan)
En esta perspectiva el giro civilizatorio no solo es un giro político, es también un giro espiritual, y es aquí donde lo antes trivial y superfluo cobra relevante interés; vayamos al cajón del olvido y rescatemos de allí, la poesía, la magia, las creencias, la cooperación, el respeto mutuo, la complementariedad, el silencio y la paz, no como metáfora sino como parte de una realidad que late con nosotros a cada paso y a cada respiro. Lo que hacemos y lo que pensamos también debe pasar por esta revisión, ya que si bien es cierto que los seres humanos somos esencialmente contradictorios y lo entendemos así, creemos que la división del trabajo a ayudado a acentuar esta condición, encontramos pues que en la sociedad occidental veremos a individuos que se dedicaran a pensar por otros y a otros que se dedicaran a hacer por los que piensan; esta división que en principio pareciera de corte funcional, se ha instaurado en la psiquis y ha acentuado la división existencial de la humanidad.
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