miércoles, 2 de julio de 2008

El regreso de la IV Flota: un mensaje de guerra a América Latina

por Raúl Zibechi*

La IV Flota será comandada por el Contralmirante Joseph D. Kernan, actual Jefe de Comando de la Guerra especial naval, y tendrá su base en Mayport, en Florida, esta dependerá del Comando Sur con base en Miami.

El próximo primero de julio, la Armada USA reactivará la IV Flota con la intención de ’’combatir el terrorismo’’, las ’’ actividades ilegales ’’ y enviar un ’’mensaje’’ a Venezuela y al resto de la región.

Se trata de la primera reacción por una proyección de largo aliento por parte de Washington, despues del ataque al campamento de las FARC (en Ecuador) el mes de marzo último, que hizo temblar el tablero regional y puso en evidencia la debilidad de la superpotencia y el aislamiento de sus aliados en la región.

El comunicado del Pentágono, emitido el 25 de abril, pone en valor que la reactivación de la IV Flora -creada en 1943 para hacer frente a la amenaza de los submarinos nazis en el Caribe y América del Sur y disuelta en 1950- servirá para ’’demostrar el compromiso de USA y de sus aliados regionales’’.

La Flota será comandada por el Contralmirante Joseph D. Kernan, actual Jefe de Comando de la Guerra especial naval, y tendrá su base en Mayport, en Florida; dependerá del Comando Sur con base en Miami. Once navíos, de los cuales un porta-aviones y un submarino nuclear, constituyen el nucleo inicial de la flota.

La decisión del Pentágono interviene en un momento de particular tensión en América del Sur y de extrema volatilidad sobre los mercados de materias primas. No podemos olvidar que un tercio de las importaciones de petróleo de USA provienen de Venezuela, de México y de Ecuador, lo que hace que la región sea un espacio estratégico para mantener la supremacía económica y militar del principal país del planeta.

En segundo lugar, el Imperio viene de sufrir una serie de derrotas en la región: el triunfo de Fernando Lugo en Paraguay, la inminente creación del Consejo Suramericano de Defensa a petición de Brasil y de Venezuela, la consolidación del proceso conducido por Rafael Correa en Ecuador, que implica reveses para las multinacionales petroleras y mineras, y la consolidación de la independencia económica de un país como Brasil, que va a reforzar un Mercosur cada vez menos dependiente de economías del primer mundo, entre las más significativas.

A todo esto debemos agregar, en tercer lugar, las fuertes tendencias a la inestabilidad en la región, como lo muestran las recientes revueltas en Haití, el conflicto intenso por la hegemonía en Bolivia y la ofensiva de sectores del gran patronato contra el gobierno de Cristina Fernández en Argentina.

Ante este panorama, en el cual la inestabilidad tiende a ser acentuada por la especulación feroz del capital que provoca alzas espectaculares de los precios de los alimentos, la reactivación de la IV Flota significa que los Estados Unidos apuntan a un intervencionismo de tipo aeronaval y no terrestre, como lo reconoce el analista conservador argentino Rosendo Framboisier (’’La IV Flota y los submarinos de Chavez’’, 28 de abril 08 en ’’Nueva Mayoría’’)

En efecto, empantanado en Irak y en Afganistan, como está el Pentágono no dispone de fuerzas terrestres a ’’distraer’’ en otros teatros de operaciones. De allí su opción de fortificarse con medios aéreos y navales para controlar una región que promete ser más hostil. Pero el despliegue de la IV Flota no es solamente una advertencia, es sobre todo una amenaza.

Aunque Hugo Chávez haya declarado que ’’el viejo imperio no mete miedo ya’’, lo que es sin lugar a dudas verdad de manera general en la escena Latino Americana, concretamente Washington es todavía capaz de fabricar crisis, como lo demuestra estos días en Bolivia.

En ese país andino se instala una estrategia planificada de larga data, que pretende aprender de los ’’errores’’ cometidos en Venezuela, cuyo fracaso del Golpe de Estado de abril 2002 estuvo en la base de la radicalización del proceso.

En Bolivia, por el contrario, se pone en acción una estrategia menos estridente pero tan destructiva como el golpismo, basada sobre una demanda de autonomía que en realidad forma parte del proyecto estratégico de Evo Morales pero que es utilizada con fines opuestos: en vez de dar poder a los movimientos sociales y a la sociedad civil, busca blindar los intereses de la oligarquía de la provincia de Santa Cruz y frenar el proceso de cambios comenzado por el gobierno de La Paz. El resultado, en los menos malos escenarios, es la fabricación de un proceso que puede llevar el gobierno de Evo a una crisis de Estado, que lo forzaría a negociar a la baja el programa de cambios o que provocaría su dimisión para evitar una guerra o la división del país.

En este momento, valdría la pena tener en cuenta las reflexiones del geógrafo US Davis Harvey, quien sostiene que el neoliberalismo se caracteriza por lo que él llama ’’acumulación de posesiones’’, dicho de otra manera, la apropiación de bienes comunes, empresas, y hasta Estados.

En un artículo reciente (’’El neoliberalismo como destrucción reactiva’’), Harvey sostiene que para ’’restaurar el poder de clase’’ -amenazado por las rebeliones a partir de los años 60- se fabrican crisis para poder imponer las recetas neoliberales. Estas crisis pueden tomar formas muy diversas: golpe de Estado, como en Chile, en 1973; la invasión, como en Irak; o la amenaza de bancarrota, como se hizo con la ciudad de New York en 1975, para llevar al fracaso a los sindicatos municipales.

Lo cierto es que la acumulación por posesiones no puede hacerse sin violencia, material, simbólica, o las dos a la vez, en un proceso totalmente antidemocrático de imposición vertical de un modelo de sociedad. Ya no se trata solamente de defender los privilegios de una clase social, como ocurrió en los años 60 y 70 por medio de Golpes de Estado en toda la región. Digamos que esto era una táctica de ’’defensa’’ de los de arriba para mantener sus privilegios.

Ahora las cosas son enteramente diferentes: se busca remodelar el Mapa de la región y del mundo, para las multinacionales y el Imperio, desplazando poblaciones enteras de territorios donde hay riquezas naturales o allí donde el capital busca tierras para producir mercancías por medio de monocultivos. Y, para esto, barrer por medio de la corrupción, o de la fuerza, a los gobiernos que molestan.

La IV Flota es una pieza más de este engranaje.

Raúl Zibechi
Periodista uruguayo, analista internacional

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